Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Eclipse: LAS ISLAS DE LA IMPRUDENCIA, de Robert Graves

"Esa noche, cuando la luna se elevó por el este, se encontraba en eclipse total..."
 
(Fragmento del capítulo 20: El eclipse)

El padre Joaquín, que había traído consigo un cesto lleno del famoso febrífugo llamado corteza de los jesuitas, se perdió en el Santa Ysabel; con calor, cuidados y una decocción de este amargo medicamento, quizá la fiebre no hubiera resultado mortal para ninguno de nosotros. No creo que el sitio tuviera que ser el mayor inculpado; aunque es evidente que la dieta desacostumbrada, el súbito descenso de la temperatura por la noche, los frecuentes chubascos que empapaban la ropa de los soldados que se les secaba sobre el cuerpo, la humedad del suelo sobre el que dormían -sin cuidarse de fabricarse plataformas como lo hacían los nativos- fueron todos factores enemigos de la salud de todo español cuya constitución no fuera de piedra. Pero pensé que mientras el coronel mantuvo a los hombres severamente disciplinados y activamente ocupados, nadie había manifestado el más ligero síntoma de la enfermedad; que, en realidad, la peste que nos atormentaba era lo que los italianos llaman la influenza, que atribuyen a misteriosas influencias planetarias, más que a las malas condiciones sanitarias o a la proximidad de pútridos marjales. Es a menudo la secuela de un difundido desamor, un crimen o un desastre público, o de una prolongada guerra que ninguna de ambas partes tiene el coraje de acabar de algún modo; y atribuyo mi propia recuperación al cuidado que había tenido en no participar de manera directa en los malignos acontecimientos cuya crónica estuvo a mi cargo.
 
La primera muerte ocurrió el 17 de octubre, la vigilia de San Lucas Evangelista, triste manera de hacernos recordar que no contábamos con médico alguno; y la víctima no fue otra que el padre Antonio. Su fallecimiento causó profunda pena a todos, salvo a los Barreto, pero sobre todo al vicario, que le había dado el viático. Se lamentaba que daba pena sobre el cadáver del capellán y, con los ojos alzados al cielo y lágrimas en las mejillas, pude oír que clamaba:
 
- ¡Oh, Señor, Dios mío, qué pesado es el castigo que has impuesto a mis pecados! ¿Me has dejado, Señor, sin un sacerdote con quien pueda confesarme...? ¡Oh, padre Antonio de Serpa, cuán afortunada ha sido tu suerte! Sumido en situación tan triste, de buen grado cambiaría mi suerte por la tuya: aunque tengo la potestad de absolver los pecados de cada cual en esta isla, nadie puede hacer lo mismo por mí.
 
Andando con pie trastabillante de un sitio al otro, con la cara oculta en las manos, se negaba a recibir consuelo alguno, aunque Pedro Fernández y Juan de la Isla le imploraban que se serenara. Luego se arrastró a la iglesia y allí lloró sin control frente al altar, rezando por el alma del padre Antonio y ensalzando sus virtudes; y por fin se dirigió al cementerio y, pidiendo una espada, cavó una tumba profunda con sus propios débiles brazos.
 
Esa noche, cuando la luna se elevó por el este, se encontraba en eclipse total, lo cual fue motivo de gran consternación: había oído decir que esa era una ocasión en que las brujas estaban en libertad de cometer el mal que el capricho les dictara, y que el espíritu de un gran personaje abandonaría su cuerpo antes de que una nueva luna se elevara. Ningún centinela ocupó su puesto sin llevar un amuleto al cuello y un camarada a su lado; y al romper el día corrió el rumor por el campamento de que cierto oficial, al abandonar su tienda para ir a evacuar a la luz de las estrellas, había visto a una mujer desnuda con una rama en la mano que utilizaba para hechizar la residencia. Di poco crédito a este rumor; pero otro, el de que el cadáver de Sebastián se había desintegrado durante la noche, fuera por obra de perros hambrientos o de brujas, me fue solemnemente confirmado por Myn.

 
Robert Graves (Inglaterra, 1895-1985).

martes, 28 de noviembre de 2017

Eclipse: LA EMPLAZADA, de Ricardo Palma

"... hicieron que a la condesa le clavara el pícaro de Cupido un acerado dardo en mitad del corazón."

(Fragmento de Crónica de la época del virrey arzobispo)
 
I

Había entre ellos un robusto y agraciado mulato, de veinticuatro años, a quien el difunto conde había sacado de pila y, en su calidad de ahijado, tratado siempre con especial cariño y distinción. A la edad de trece años, Pantaleón, que tal era su nombre, fue traído a Lima por el padrino, quien lo dedicó a aprender el empirismo rutinero que en esos tiempos se llamaba ciencia médica, y de que tan cabal idea nos ha legado el Quevedo limeño Juan de Caviedes en su graciosísimo Diente del Parnaso. Quizá Pantaleón, pues fue contemporáneo de Caviedes, es uno de los tipos que campean en el libro de nuestro original y cáustico poeta.
 
Cuando el conde consideró que su ahijado sabía ya lo suficiente para enmendarle una receta al mismo Hipócrates, lo volvió a la hacienda con el empleo de médico y boticario, asignándole cuarto fuera del galpón habitado por los demás esclavos, autorizándolo para vestir decentemente y a la moda, y permitiéndole que ocupara asiento en la mesa donde comían el mayordomo o administrador, gallego burdo como un alcornoque, el primer caporal, que era otro ídem fundido en el mismo molde, y el capellán, rechoncho fraile mercedario y con más cerviguillo que un berrendo de Bujama. Éstos, aunque no sin murmurar por bajo, tuvieron que aceptar por comensal al flamante dotor; y en breve, ya fuese por la utilidad de servicios que éste les prestara librándolos en más de un atracón, o porque se les hizo simpático por la agudeza de su ingenio y distinción de modales, ello es que el capellán, mayordomo y caporal no podían pasar sin la sociedad del esclavo, a quien trataban como a íntimo amigo y de igual a igual.
 
Por entonces llegó mi señora la condesa a establecerse en la hacienda, y aparte del capellán y los dos gallegos, que eran los empleados más caracterizados del fundo, admitió en su tertulia nocturna al esclavo, que para ella, aparte el título de ahijado y protegido de su difunto, tenía la recomendación de ser el D. Preciso para aplicar un sedativo contra la jaqueca, o administrar una pócima en cualquiera de los achaques a que es tan propensa nuestra flaca naturaleza.
 
Pero Pantaleón, no sólo gozaba del prestigio que da la ciencia, sino que su cortesanía, su juventud y su vigorosa belleza física formaban contraste con la vulgaridad y aspecto del mercedario y los gallegos. Verónica era mujer, y con eso está dicho que su imaginación debía dar mayores proporciones al contraste. El ocio y aislamiento de vida en una hacienda, los nervios siempre impresionables en las hijas de Eva, la confianza que para calmarlos se tiene en el agua de melisa, sobre todo si el médico que la propina es joven, buen mozo e inteligente, la frecuencia e intimidad del trato y... ¡qué sé yo!..., hicieron que a la condesa le clavara el pícaro de Cupido un acerado dardo en mitad del corazón. Y como cuando el diablo no tiene que hacer, mata moscas con el rabo, y en levas de amor no hay tallas, sucedió... lo que ustedes sin ser brujos ya habrán adivinado. Con razón dice una copla:
 
«Pocos eclipses el sol
y mil la luna padece;
que son al desliz más prontas
que los hombres las mujeres».
 
 
Ricardo Palma (Perú, 1833-1919).

sábado, 25 de noviembre de 2017

Eclipse: DORA BRUDER, de Patrick Modiano

"... uno se pregunta si en verdad existe el día o si se trata más bien de un estado intermedio, una suerte de eclipse sombrío..."

(Fragmento)

Escribí estas páginas en noviembre de 1996. Los días son lluviosos. Mañana entraremos en el mes de diciembre y habrán pasado cincuenta y cinco años desde la fuga de Dora. La noche cae pronto y es preferible: borra el tono gris y la monotonía de estos días de lluvia en los que uno se pregunta si en verdad existe el día o si se trata más bien de un estado intermedio, una suerte de eclipse sombrío, que se prolonga hasta primeras horas de la tarde. Entonces, las farolas, los escaparates, los cafés se iluminan, el aire de la noche es más vivo, el contorno de las cosas es más preciso, hay embotellamientos en los cruces, la gente se apresura en las calles. y en medio de todas esas luces y de esa agitación, me cuesta creer que me encuentro en la misma ciudad donde residían Dora Bruder y sus padres, y también mi padre, cuando tenía veinte años menos de los que yo cuento ahora. Tengo la impresión de ser el único en establecer el vínculo entre el París de aquel tiempo y el de hoy, el único que se acuerda de todas esas minucias. En algunos momentos, el vínculo se adelgaza y está a punto de romperse; pero algunas noches la ciudad de ayer se me aparece con reflejos furtivos detrás de la de hoy.


Patrick Modiano (Francia, 1945). Obtuvo el premio Nobel en 2014.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Eclipse: MI VIDA QUERIDA, de Alice Munro

"O es la persona la que encarna esa magia, no lo sé. ¿Entiendes? Sucede sin más, como una especie de eclipse."
 
Dolly
 
(Fragmento)

- Vamos al coche –sugirió-. No podemos hablar aquí fuera, hace demasiado frío.

Ya en el coche, me dijo:

- La vida es completamente impredecible.
 
En su voz había una ternura y una tristeza inusuales. No me miraba, sino que tenía la vista fija en el parabrisas, en nuestra casa.
 
- No sirve de nada decir que lo siento -me dijo. Luego añadió-: Mira, ni siquiera se trata de la persona. Más bien es una especie de aura. Un hechizo. Bueno, claro que en el fondo es la persona, pero se trata de lo que la envuelve y la encarna. O es la persona la que encarna esa magia, no lo sé. ¿Entiendes? Sucede sin más, como una especie de eclipse.

Meneó la cabeza, encorvado. Todo abatimiento.


Alice Munro: Alice Ann Laidlaw (Canadá, 1931). Obtuvo el premio Nobel en 2013.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Eclipse: AL LÍMITE DE LA FE, de V. S. Naipaul

"... hace unos cuatro o cinco años hubo un eclipse total de sol, y la gente fue a verlo a Borobudur..."
 
(Párrafos finales del capítulo 5: El kampung)

«El tío de mi mujer tiene cierta cultura. Hablaba holandés. Era militar en los viejos tiempos, después de la revolución, en los años cincuenta. Leía en inglés y en holandés, pero lo que presentaba como ideas propias era una superchería. Por ejemplo: hace unos cuatro o cinco años hubo un eclipse total de sol, y la gente fue a verlo a Borobudur -la estupa budista del siglo VII-. Borobudur con eclipse total de sol. Pues este tío mío, yo le llamo tío, me dijo que la gente fue a Borobudur en busca de un libro que contiene el secreto de la vida. ¿Se lo puede creer? Y hay muchos como él.
 
«Este tío mío no estaba exactamente preparado. Nunca pensaba de una forma crítica sobre las personas. La democracia no consiste en votar. Consiste en el debate, en la calidad de la vida intelectual. No es ni Habibi ni nadie quien orquesta la limitación de la mente, sino la nueva afluencia de estudiantes provincianos que necesitan certezas en esta época de confusión. El regímen no ofrece ideas, así que no hay debate. Las ideas se encasillan, y así se quedan, sin desarrollar.»

 
V. S. Naipaul: Vidiadhar Surajprasad Naipaul
(Británico de origen hindú nacido en Trinidad y Tobago, 1932). Obtuvo el premio Nobel en 2001.
 
La ilustración corresponde a la efigie de Buda en el templo de Borodubur, isla de Java, Indonesia.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Eclipse: AÑOS DE PERRO, de Günter Grass


 "... luna y perro, perro en la luna, perro come luna, eclipse de perro..."
 
(Fragmento del libro segundo: Cartas de amor)
 
Mientras en el refugio de hormigón del Führer iban progresando los preparativos para la celebración del natalicio, se escabulló de través e inocentemente, por el patio interior de la Cancillería del Reich. Al llegar el mariscal del Reich, precisamente, pasó él la doble guardia y emprendió su curso en dirección sudoeste, porque se había enterado, por los informes de la situación, que en Cottbus el frente tenía una brecha. Pero, por muy bello y ancho que el agujero se presentara, el perro dio media vuelta, con todo, en vista de las puntas de tanques soviéticas, al este de Jüterbog; de modo que abandonó el movimiento de los ostrogodos y corrió al encuentro del enemigo occidental: por entre las ruinas del corazón de la ciudad, eludiendo el sector gubernamental, volando por poco en el Alex, guiado por dos perros en celo a través del Tiergarten y a punto de ser atrapado en el puesto antiaéreo del Jardín Zoológico: allí le esperaban unas ratoneras gigantescas; pero vaciló siete veces alrededor de la Columna de la Victoria, acabó tomando por la avenida de los desfiles y se juntó, aconsejado por el antiquísimo remedio casero, el instinto de perro, a un grupo civil de transporte, que trasladaba utensilios de teatro del terreno de la exposición de la emisora a Nikolassee. Sin embargo, tanto las emisoras propias como los altavoces eminentes del enemigo oriental —voces tentadoras que le prometían conejos— le hicieron sospechosos los suburbios residenciales de Wannsee y Nikolassee: ¡no quedaban lo bastante al oeste! Y se propuso, cual objetivo de su primera etapa, el puente del Elba junto a Magdeburg-Burg.
 
Atravesó sin incidentes, al sur del Schwielow-See, las puntas de ataque del duodécimo ejército que habían de socorrer, desde el sudoeste, a la capital del Reich. Después de un breve reposo en un jardín residencial asolado, un soldado de infantería de tanques le dio de comer de una sopa de guisantes caliente todavía, y, sin aire oficial, le llamó por su nombre. Pocos instantes después, la artillería enemiga bombardeó el sector residencial con propósito de desorganización, hirió ligeramente al soldado de infantería de tanques y dejó indemne al perro; porque aquello que sigue allí sobre sus cuatro patas procurando ejecutar la migración planeada de los visigodos sigue siendo uno y el mismo perro pastor alemán negro, por amor de sí.
 
Rastrillos entre lagos rizados en un día ventoso de mayo. El éter saturado de acontecimientos importantes. Con el hocico apuntando la meta occidental sobre arena de la Marca, en la que pinos hunden sus garras. Un rabo horizontal, un colmillo, muy adelante, reduce con lengua desplegada el trayecto de huida a dieciséis veces cuatro patas: salto de un perro en movimientos parciales sucesivos. Todo dividido por dieciséis: paisaje, primavera, aire, libertad, pinceladas de árboles, bellas nubes, primeras mariposas, gorjeo de pájaros, zumbido de insectos, huertos suburbanos con brotes verdes, vallados de estacas altamente musicales, los campos labrantíos escupen conejos, gallos silvestres se airean, naturaleza sin proporciones, nada ya de caja de arena, sino horizontes, olores como para untar el pan con ellos, puestas de sol que se van marchitando lentamente, crepúsculos sin huesos; de vez en cuando, restos de tanques recortados románticamente contra el cielo matutino de las cinco; luna y perro, perro en la luna, perro come luna, eclipse de perro (…)
 

Günter Grass (Alemania, 1927-2015). Obtuvo el premio Nobel en 1999.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Eclipse: CAÍN, de José Saramago

"... que de él se apoderen las tinieblas y la oscuridad, que las nubes lo envuelvan y los eclipses lo aterren..."

(Fragmento del capítulo 11)

La mujer de job, de la que hasta ahora no habíamos oído una sola palabra, ni siquiera para llorar la muerte de sus diez hijos, pensó que ya era hora de desahogarse y le preguntó al marido, Todavía te mantienes firme en tu rectitud, yo, en tu caso, si estuviera en tu lugar, maldeciría a dios aunque por ahí me llegara la muerte, a lo que job respondió, Estás hablando como una ignorante, si recibimos el bien de manos de dios, por qué no recibiríamos también el mal, ésta fue la pregunta, pero la mujer respondió airada, Para el mal ya está satán, que el señor aparezca ahora como su competidor es algo que nunca se me había pasado por la cabeza, No puede haber sido dios el que me ha puesto en este estado, sino satán, Con el acuerdo del señor, dijo ella, y añadió, Siempre he oído decir a los antiguos que las mañas del diablo nada pueden contra la voluntad de dios, pero ahora dudo de que las cosas sean tan simples, lo más seguro es que satán no sea nada más que un instrumento del señor, el encargado de llevar a cabo los trabajos sucios que dios no puede firmar con su nombre. Entonces job, en el culmen del sufrimiento, tal vez, sin confesarlo, animado por la mujer, rompió el dique del temor de dios que le sellaba los labios y exclamó, Perezca el día en que nací y la noche en que fue dicho, Ha sido concebido un varón, conviértase ese día en tinieblas, que dios desde lo alto no le preste atención ni la luz resplandezca sobre él, que de él se apoderen las tinieblas y la oscuridad, que las nubes lo envuelvan y los eclipses lo aterren, que no se mencione ese día entre los días del año, ni se cuente entre los meses, que sea estéril tal noche y no se haga oír en ella ningún grito de alegría, oscurézcanse las estrellas de su crepúsculo, en vano se espere la luz y no se abran los párpados de la aurora por no haberme cerrado la salida del vientre de mi madre, impidiendo que llegara a ver tanta miseria, y así se fue quejando job de su suerte, páginas y páginas de imprecaciones y lamentos, mientras tres amigos suyos, elifaz de teman, bildad de súaj y sofar de naamat, le iban haciendo discursos sobre la resignación en general y el deber de todo creyente de acatar con la cabeza baja la voluntad del señor, sea ella la que sea.
 
 
José Saramago (Portugal, 1922-2010). Obtuvo el premio Nobel en 1998.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Eclipse: ÉGLOGA DEL VALLE DEL BANN, de Seamus Heaney

"Y entonces, el mes pasado, en el eclipse del mediodía, el viento ha cesado."

(Fragmento)

Poeta:

Pacatum orbem: tus palabras son casi excesivas.
Incluso "orbe" por sí misma. ¿Qué podría igualarla en la tierra?
Y entonces, el mes pasado, en el eclipse del mediodía, el viento ha cesado.
Un frío milenario, oscuro y sin pájaros, predispuesto.
Una quietud primigenia, postrera, una conciencia que nace
Como nombre en el alba del conocimiento: He visto el orbe.

Virgilio:

Los eclipses no serán para esta niña. El frío que conocerá
Será la capota de la carriola sobre su cabeza vestal.
Grandes margaritas se acunarán entre los rayos.
Ella reposará en las tardes de verano escuchando
Un bum y zote cuando van a la sala de ordeño.
Déjala que no oiga nunca de cerca disparos o explosiones.


(Poet: Pacatum orbem: your words are too much nearly.
Even “orb” by itself. What on earth could match it?
And then, last month, at noon-eclipse, wind dropped.
A millennial chill, birdless and dark, prepared.
A firstness steadied, a lastness, a born awareness
As name dawned into knowledge: I saw the orb.


Virgil: Eclipses won’t be for this child. The cool she’ll know
Will be the pram hood over her vestal head.
Big dog daisies will get fanked up in the spokes.
She’ll lie on summer evenings listening to
A chug and slug going on in the milking parlour.
Let her never hear close gunfire or explosions
.)


 
 

Seamus Heaney (Irlanda, 1939-2013). Obtuvo el premio Nobel en 1995.
 
(Traducido del inglés por Jules Etienne).
 
Notas a la traducción: La principal dificultad para traducir a Seamus Heaney estriba en que es proclive a emplear expresiones arcaicas de un inglés en desuso, así como la jerga irlandesa. Por ejemplo, el sufijo "ness" del inglés antiguo, como sería el caso de "firstness" o "lastness". La frase "will get fanked up in the spokes", la he traducido "se acunarán entre los rayos", partiendo del supuesto de que "fanked up" es una derivación del gálico "faengk" que significa "sheep-cot", es decir, cuna de ovejas, y aunque "spoke" se refiere habitualmente a la radio, también puede usarse ocasionalmente como rayo, lo cual resulta congruente con el ruido de los disparos y explosiones que refiere más adelante. En cuanto a "chug and slug", tenía la posibilidad de traducir "fulano y mengano", pero "chug" es onomatopeya de un sonido explosivo, en cuanto a "slug", tiene su origen en algún dialecto noruego ancestral y significa alguien de cuerpo pesado, lento y perezoso. Pude haber utilizado "bum y pum" para mantener la armonía fonética, sin embargo, estaría traicionando la segunda acepción, de allí que opté por "zote", ignorante, torpe y muy tardo en aprender, según el diccionario de la RAE. Finalmente, Pacatum orbem, proviene del latín para expresar "hacer del mundo".

martes, 14 de noviembre de 2017

Eclipse: EL DÍA QUE ÉL SE DIGNE A ENJUGAR MIS LAGRIMAS, de Kenzaburō Ōe

"... cuando estaba en Manchuria para observar en las mejores condiciones posibles un eclipse de sol."
 
(Fragmento del capítulo IV)

«Para mi mente de niño, debía de haber fuera de casa gente que trataba de destruir mis días felices, que iban a comenzar aquel mismo día en el almacén y pertenecían exclusivamente a AQUÉL y a mí. Si aquella gente hacía acto de presencia, yo estaba resuelto a batirme valientemente con mi vieja bayoneta de la guerra ruso-japonesa, que había utilizado hasta entonces para cortar el pienso de las bestias, y que parecía una barra de hierro ennegrecida», dijo «él». «Se diría que la vida en ese trastero resultó realmente divertida para usted. ¿Le recibió bien su padre?» «¡Ni siquiera intenté entablar conversación con él! Estaba muy oscuro allí dentro. Al entrar en el trastero encendí la bombilla desnuda que colgaba junto al dintel cubierta con un trapo negro, como establecían las ordenanzas de defensa pasiva; AQUÉL miraba fijamente el fondo del trastero y llevaba puestas las gafas de buceador con los cristales recubiertos de celofán que yo llevo en este momento, pues sin duda ya se había decidido a impedir que los demás pudieran descifrar la expresión de su rostro. Había preparado esas gafas cuando estaba en Manchuria para observar en las mejores condiciones posibles un eclipse de sol. Alrededor del sillón de barbero en el que estaba sentado habla no sé cuántas pilas de grandes libros en lengua extranjera. Debían de ser tratados de agricultura, pues, según lo que he leído después en los documentos militares, había proyectado traer al valle a sus "camaradas" de Manchuria para roturar las tierras que lindan con los bosques, ¿sabes? A decir verdad, cuando yo fui a vivir al trastero creo que ya había perdido las ganas de leer esos libros. Me hace pensar así que llevara continuamente puestas sus famosas gafas, incluso de noche. Con las gafas de buceador puestas AQUÉL no podía ver con claridad nada de lo que había en el trastero, pienso yo. Cuando encendí la bombilla del dintel, percibió en seguida una luz que le resultó desagradable y me lanzó un silbido como los que se hacen para espantar a los polluelos.»
 
 
Kenzaburō Ōe (Japón, 1935). Obtuvo el premio Nobel en 1994.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Eclipse: DISCOR, de Octavio Paz

"... rostro de eclipse: sólo dos ojos cada vez más hondos."

(Estrofa final)

No desemboca y siempre desemboca:
ribera y agua, centella y abismo,
tu cuerpo de yerba, tu cuerpo de plata,
trono de la noche y espuela del día,
deseo de mil brazos y una sola boca,
gavilán y torrente y alto grito que cae.
En tu alma reseca llueve sangre.
Rostro desnudo, rostro deshecho y rostro de eclipse:
sólo dos ojos cada vez más hondos.
Abolición del cuerpo:
otra misma, que tú no conoces,
nace del espejo abolido.


Octavio Paz (México 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Eclipse: SAN CAMILO, 1936, de Camilo José Cela

"... es como un fogonazo, también como un eclipse, la radio la escucha poca gente pero el rumor vuela..."

(Fragmento de la segunda parte: El día de San Camilo)
 
Don Máximo sabe que algo acontece, no hay noticias muy concretas pero algo acontece, don Diego le llama por teléfono, véngase por aquí, ¿pasa algo don Diego?, usted véngase por aquí, ¿no ha oído la radio?, no señor, pues hay que oír la radio, usted véngase por aquí y le informaré, allá voy, en cinco minutos estaré en su casa, hay noticias de que el ejército de Marruecos se ha sublevado, son muy confusas y contradictorias pero conviene estar listos para hacer frente a los acontecimientos, usted manda don Diego, usted sabrá lo que debemos hacer, lo que yo le digo es que estamos sobre un polvorín, tiene usted razón, lo que más me preocupa es que el polvorín ha empezado a arder, convoque usted a la minoría para dentro de una hora, no debe faltar nadie, convoque también a don Felipe Sánchez Román, sí señor. De repente es como un fogonazo, también como un eclipse, la radio la escucha poca gente pero el rumor en cambio vuela a una velocidad increíble, tarda en arrancar pero después se extiende vertiginoso, ¿Cómo un reguero de pólvora?, eso, como un reguero de pólvora, en una ciudad de un millón de habitantes basta con que dos docenas oigan la radio, si el rumor nace de doce chorros diferentes inunda en dos horas la ciudad.
 
Camilo José Cela (España, 1916-2002). Obtuvo el premio Nobel en 1989.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Eclipse: ECOS DE UNA AUTOBIOGRAFÍA, de Naguib Mahfuz

"A la distancia vio una sombrilla bajo la cual se estiraba una mujer semidesnuda..."

Sumergiéndose en el agua
 
Una noche fue testigo de un eclipse de luna. Desde su miseria que se ocultaba tras un oscuro velo, esbozó un sentimiento de depresión tajante. Ya no sentía placer por nada y los doctores se declararon perdidos. Le aconsejaron que emigrara a algún lugar lejano, para cambiar su entorno y sus rutinas. Desesperado, se fue a vagar por la orilla del mar. A la distancia vio una sombrilla bajo la cual se estiraba una mujer semidesnuda, extremadamente bella y serena. Se sintió impulsado hacia ella ya que era lo primero que no le provocaba un sentimiento de tristeza o pesadumbre. Asumió que le daba la bienvenida sin necesidad de ninguna palabra ni movimiento, y se dejó llevar por la alegría. Ella se levantó para encaminarse rumbo al agua, de manera que él también se despojó de su ropa y la siguió. Nadaron juntos sin que notaran ninguna mirada detrás de ellos.
 
 
Naguib Mahfuz (Egipto, 1911-2006). Obtuvo el premio Nobel en 1988.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Eclipse: LA HIERBA, de Claude Simon

"... esos relojes astronómicos donde están representados a la vez las horas, los signos del zodíaco, los doce apóstoles, las mareas, los años bisiestos y los eclipses del sol y de la luna..."

(Fragmento)

... pero el azar hace bien las cosas, el azar, felizmente existe un azar que permite a los hombres y a las mujeres encontrarse, hacer el amor por azar, enseñando los senos por azar porque simplemente estaba demasiado inclinada, olvidando sin duda que su traje, su escote se entreabría siempre, las pinzas del azúcar en la mano y el tono distinguido de una conversación mundana, cuántos, uno solamente, sólo uno, mire mis senos, mire mi trasero ardiendo, el cuerpo ardiendo, bajando, entrando en el bosquecillo, deben encontrarse en el lugar donde el muro se ha derrumbado, era como si ella tuviera todavía las huellas de sus manos sobre su vestido blanco, allí donde él la había tocado, en los senos, en el vientre, entre los muslos, yo podía verlo tan claramente como si hubiera estado bailando con un carbonero, bailar, los dos, pegados, los ojos en blanco, oh (continuando así quizá durante un minuto... o dos, o diez, o media hora, o un millón: el tiempo (esa especie de tiempo en el cual sin duda ella se movía) imposible de medirse por el hecho de que, evidentemente, no era de la misma especie que el que puede medir una manecilla desplazándose sobre una esfera; esa esfera (esa sobre la cual la manecilla -o el espíritu de Sabine- avanzaba) constituida al parecer por varias esferas superpuestas o, si se prefiere, concéntricas, como en esos relojes astronómicos donde están representados a la vez las horas, los signos del zodíaco, los doce apóstoles, las mareas, los años bisiestos y los eclipses del sol y de la luna, señalando la manecilla, pues, en el mismo instante varias indicaciones, lo cual, si se medita bien, es igualmente cierto para no importa qué manecilla de no importa qué reloj comprado el día de la primera comunión -o regalado, heredado-, la caja adornada con las iniciales grabadas y tan complicadamente entrelazadas que resultan indescifrables o al menos tan difíciles de reconocer (es decir, de desenredar y después, hecho esto, de identificar, atribuyéndolo a uno u otro de los diez o doce antepasados, tíos abuelos o viejas primas ya olvidadas, a quienes ha pertenecido, como sucede con esos pesados monogramas bordados en las sábanas -en general desaparejadas, pero aparentemente sin uso- que se transmiten de generación en generación: representando cada sigla la alianza de al menos dos familias -algunas de ellas conservando orgullosamente, y a menudo indebidamente, según las cláusulas de la ley sálica, un nombre ya extinguido por tratarse de una sucesión femenina-, el mecanismo del tiempo y el de la reproducción desarrollándose ambos bajo los simbólicos vestigios de otros tiempos y de otros coitos), tan difíciles de reconocer y luego de atribuir (cada una de las iniciales enlazadas por dos o tres letras pudiendo ser las de muchos nombres o patronímicos y pudiendo representar también sus combinaciones una infinidad de alianzas, de emparejamientos e incluso -el mismo patronímico atribuido hereditariamente a menudo, en las familias, en recuerdo de parientes próximos o lejanos- de identidades, de manera que los dos lados del reloj, dorso y esfera, parecen presentar incesantemente un doble enigma imposible de resolver, constituido por una multitud de calcos superpuestos que, en transparencia, hacen aparecer simultáneamente la innumerable presencia fantasmal de personas y acciones difuntas)…
 
 
Claude Simon (Francés nacido en Madagascar, 1913-2005). Obtuvo el premio Nobel en 1985.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Eclipse: FUEGO EN LAS ENTRAÑAS, de William Golding

"Hablaban de astronomía como si fuera una partida de pelota: eclipses, paralajes, perigeos y apogeos..."

(Fragmento del capítulo 17)

Con esas palabras subió de un salto las escaleras, porque la guardia de servicio iniciaba el ballet que interpretaba cada cuatro horas durante el minuto o los dos minutos antes de que sonara la campana. Lo seguí, pero ya estaba sumido en una conversación con Anderson. Incluso cuando cambió la guardia y el señor Askew descendió de la toldilla, Benét y Anderson siguieron hablando acerca de las lunas de Júpiter. Hablaban de astronomía como si fuera una partida de pelota: eclipses, paralajes, perigeos y apogeos, y empecé a tener la incómoda sensación de que ambos tenían conciencia de mi presencia y me excluían deliberadamente.

- Distancia lunar, señor Benét. De acuerdo. Pero la verificación…

 
William Golding (Inglaterra, 1911-1983). Obtuvo el premio Nobel en 1983.

En La mariposa de latón, adaptación teatral de su novela breve El enviado especial, hay un parlamento en el que un exaltado Fanocles le señala al emperador que la humanidad se vuelve cada vez más indiferente ante las guerras y las catástrofes, y le refiere: "Anoche hubo un eclipse de luna, no lo pude ver, pero un esclavo lo describió para mí -el movimiento still, el inevitable avance de la sombra de cobre... ¡Oh, las distancias majestuosas!" .

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Los eclipses de García Márquez

"... lo único que pudieron encontrar en sus cálculos fue un eclipse total de sol..."

A pesar de que en Cien años de soledad, plagada de magia y eventos inusuales, nunca se menciona un eclipse, sus referencias son abundantes en la obra de García Márquez, quien siempre mostró una bien conocida inclinación por la astronomía.

Por ejemplo, en el Otoño del patriarca, casi desde el principio se establece: "... políticos de letras y aduladores impávidos que lo proclamaban corregidor de los terremotos, los eclipses, los años bisiestos y otros errores de Dios..." Aunque lo más significativo aparece en el segundo capítulo, a través de la relación del general con el personaje idealizado de Manuela Sánchez: "... soñando con vivir de nuevo aquel instante feliz aunque se torciera el rumbo de la naturaleza y se estropeara el universo, deseándolo con tanta intensidad que terminó por suplicar a sus astrónomos que le inventaran un cometa de pirotecnia, un lucero fugaz, un dragón de candela, cualquier ingenio sideral que fuera lo bastante vertiginoso para causarle un vértigo de eternidad a una mujer hermosa, pero lo único que pudieron encontrar en sus cálculos fue un eclipse total de sol para el miércoles de la semana próxima a las cuatro de la tarde mi general, y él aceptó, de acuerdo, y fue una noche tan verídica a pleno día que se encendieron las estrellas, se marchitaron las flores, las gallinas se recogieron y se sobrecogieron los animales de mejor instinto premonitorio, mientras él aspiraba el aliento crepuscular de Manuela Sánchez que se le iba volviendo nocturno a medida que la rosa languidecía en su mano por el engaño de las sombras, ahí lo tienes, reina, le dijo, es tu eclipse, pero Manuela Sánchez no contestó..." Hasta concluir ese capítulo con su ausencia: "... y a medida que se disipaban las sombras de la noche efímera se iba encendiendo en su alma la luz de la verdad y se sintió más viejo que Dios en la penumbra del amanecer de las seis de la tarde de la casa desierta, se sintió más triste, más solo que nunca en la soledad eterna de este mundo sin ti, mi reina, perdida para siempre en el enigma del eclipse, para siempre jamás, porque nunca en el resto de los larguísimos años de su poder volvió a encontrar a Manuela Sánchez de mi perdición en el laberinto de su casa..."

En el cuento El mar del tiempo perdido, escrito en 1961 y publicado como parte del volumen La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, en 1972,  aparece el siguiente párrafo:

"Tobías encontró a todo el mundo despierto después de las nueve. Estaban sentados a la puerta, escuchando los viejos discos de Catarino, en la misma actitud de fatalismo pueril con que se contempla un eclipse. Cada disco les recordaba a alguien que había muerto, el sabor que tenían los alimentos después de una larga enfermedad, o algo que debían hacer al día siguiente, muchos años antes, y que nunca hicieron por olvido.


Crónica de una muerte anunciada, que es una obra a la que le tengo particular aprecio y la considero un relato perfecto, también incluye la referencia a un eclipse. "Para la inmensa mayoría sólo hubo una víctima: Bayardo San Román. Suponían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad, y hasta con cierta grandeza, la parte de favor que la vida les tenía señalada. Santiago Nasar, había expiado la injuria, los hermanos Vicario habían probado su condición de hombres, y la hermana burlada estaba otra vez en posesión de su honor. El único que lo había perdido todo era Bayardo San Román. 'El pobre Bayardo', como se le recordó durante años. Sin embargo, nadie se había acordado de él hasta después del eclipse de luna, el sábado siguiente, cuando el viudo de Mus le contó al alcalde que había visto un pájaro fosforescente aleteando sobre su antigua casa, y pensaba que era el ánima de su esposa que andaba reclamando lo suyo."
 
El eclipse constituye un elemento esencial en Del amor y otros demonios. La india Sagunta, una vieja curandera, le advierte al marqués sobre la amenaza de una epidemia de rabia: "No veo el porqué de una peste, dijo el marqués. No hay anuncios de cometas ni eclipses que yo sepa, ni tenemos culpas tan grandes como para que Dios se ocupe de nosotros. Sagunta le informó que en mayo habría un eclipse total de sol, y le dio noticias completas de los mordidos el primer domingo de diciembre." Más adelante, el cura y el obispo conversan sobre el mismo asunto: "El padre Cayetano Delaura fue invitado por el obispo a esperar el eclipse bajo la pérgola de campánulas amarillas, el único lugar de la casa que dominaba el cielo del mar." Cuando por fin tiene lugar el fenómeno, "Delaura permaneció con el cristal en la mano sin mirar el eclipse. Al cabo de un largo silencio, el obispo lo rastreó en la penumbra y vio sus ojos fosforescentes ajenos por completo a los hechizos de la falsa noche. ¿En qué piensas?, le preguntó. Delaura no contestó. Vio el sol como una luna menguante que le lastimó la retina a pesar del cristal oscuro. Pero no dejó de mirar. Sigues pensando en la niña, dijo el obispo. Cayetano se sobresaltó, a pesar de que el obispo tenía aquellos aciertos con más frecuencia de la que hubiera sido natural. Pensaba que el vulgo puede relacionar sus males con este eclipse, dijo. El obispo sacudió la cabeza sin apartar la vista del cielo. ¿Y quién sabe si tienen razón?, dijo. La barajas del Señor no son fáciles de leer."
 
En el año 2003 apareció un cuento breve del propio García Márquez titulado La noche del eclipse. Este es el fragmento alusivo al respecto:
 
"Y sin más vueltas la invitó a contemplar un eclipse total de luna desde la playa. la noticia era nueva para ella. Tenía una pasión infantil por los eclipses, pero toda la noche se había debatido entre el decoro y la tentación, y no encontró un argumento válido para no aceptar.
 
- No tenemos escapatoria- dijo él. Es nuestro destino.
 
La invocación sobrenatural la dispensó de escrúpulos. Así que se fueron a ver el eclipse en la camioneta de él, a una bahía escondida en un bosque de cocoteros, sin huellas de turistas."
 
Tras de que la mujer se percata de que la camioneta sólo tiene los dos asientos delanteros que se hacen cama, con un pequeño bar y que él ha puesto música sugerente interpretada con saxofón, lo comprende todo:
 
"- No habrá eclipse -dijo-. Sólo pueden ser en luna llena y estamos en cuarto creciente.

Concluiré con una referencia a su novela más reciente, Memoria de mis putas tristes: "De joven iba a los salones de cine sin techo, donde lo mismo podía sorprendernos un eclipse de luna que una pulmonía doble por un aguacero descarriado."
 
Seguramente harán falta otras citas referentes a los eclipses en la obra de García Márquez, pero estas son las que pude recordar. Si alguien cuyo interés por el tema haya llevado su lectura hasta este punto, pudiera mencionar algunas más, sus comentarios serán siempre bienvenidos.


Jules Etienne 

lunes, 6 de noviembre de 2017

Eclipse: SE QUERÍAN, de Vicente Aleixandre

"... dulce eclipse de agua..."
 
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
 
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
 
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
 
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.
 
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
 
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
 
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
 
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

 
Vicente Aleixandre (España, 1898-1984). Obtuvo el premio Nobel en 1977.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Eclipse: EL LEGADO DE HUMBOLDT, de Saul Bellow

"Así lo había predicho Einstein, reflexionando sobre las cosas. Y las observaciones llevadas a cabo por Arthur Eddington durante un eclipse lo probaron."
 
(Fragmento)

Desde el rascacielos podia contemplar el aire de Chicago de esta tarde corta de diciembre. Un desteñido sol esparcía desde occidente una luz anaranjada sobre las sombras oscuras de la ciudad, sobre los brazos del río y los negros armazones de los puentes. El lago, áureo, plata y amatista, estaba preparado para su cobertura invernal de hielo. Se me ocurrió pensar que si Sócrates tenía razón en que nada se podía aprender de los árboles y que únicamente los hombres que encontrábamos a nuestro paso podían enseñarnos algo sobre nosotros mismos, yo andaba por mal camino al escaparme hacia el escenario en lugar de escuchar a mis compañeros humanos. Evidentemente, no tenía un buen estómago para los compañeros humanos. Para aliviar la intranquilidad y la pesadez de mi corazón, divagaba sobre el agua. Sócrates me habría dado muy mala nota. Parecía más bien estar en el modo final de las cosas de Wordsworth: árboles, flores, agua. Pero eran la arquitectura, la ingeniería, la electricidad y la tecnología las que me habían llevado a ese piso sesenta y cuatro. Escandinavia había colocado este vaso en mi mano, Escocia lo había llenado de whisky, mientras yo permanecía allí sentado recordando ciertos hechos maravillosos sobre el sol, es decir, que la luz de otras estrellas, al entrar en el campo gravitacional del sol, se curvaba. El sol se arropaba con un chal hecho de esta luz universal. Así lo había predicho Einstein, reflexionando sobre las cosas. Y las observaciones llevadas a cabo por Arthur Eddington durante un eclipse lo probaron. El encuentro antes de la búsqueda.
 
 
Saul Bellow (Estadounidense nacido en Canadá, 1915-2005).
Obtuvo el premio Nobel en 1976. 

sábado, 4 de noviembre de 2017

Eclipse: ANIARA, de Harry Martinson


Prólogo, del propio Harry Martinson

Aniara es, podríamos decir, un producto de la imaginación escrito por el tiempo. Y es, por ende y en cierto sentido, una creación anónima. Trata de la esperanza universal, del dolor y la decepción que son propiedad común de todos nosotros, pero también de nuestros intentos de concedernos plazos o de retrasar o diferir procesos implacables con la ayuda de la imaginación.
 
Aniara trata de todo aquello que no dominamos personalmente aunque formemos parte indisociable de ello. No importa cómo vivamos, nuestra existencia discurre en unos parámetros que, de un modo u otro, nos vienen inexorablemente definidos. Uno de esos parámetros es el biológico. Nacemos, maduramos, envejecemos y morimos. Y ese parámetro alberga él solo toda la dicha y todo el terror. Además, vivimos sujetos a las directrices que el ser humano ha creado junto con la naturaleza: sociales, políticas, religiosas y científicas. Nuestra existencia toda es una serie de tentativas de explicar el mundo dentro de esos parámetros, hasta el límite del enigma o del temor, o de acotarlo y protegernos merced a los símbolos de la introspección, las metamorfosis del instinto. Que debemos sacar el máximo partido de dicha situación universal es una verdad antigua, o un truismo. Pero nuestro mundo y la imagen que de él tenemos se han ampliado en menos de una centuria en tal medida que incluso las obviedades se tambalean. Aquello que antaño pertenecía al ámbito de loevidente y asequible se ha expandido hasta coincidir con lo enigmático e inaudito. Pese a todas las directrices protectoras que nos rodean, nos hemos visto arrojados a la infinitud.
 
El relato de Aniara discurre por distintos planos, en el seno de ilusiones humanas de distintas categorías. La forma está al servicio del relato, de ahí su relativa sencillez. Paralelamente al carácter épico, el relato recorre numerosas formas diversas de conocimiento humano y espacios de conciencia. Sin embargo, por extraño que parezca, la experiencia ha demostrado que Aniara puede leerse de principio a fin como una narración apasionante sobre un devenir donde realidad e irrealidad se solapan. Nos introduce en un medio que no existe, pero al que nos acostumbramos en el transcurso de la lectura y que pronto acabamos reconociendo de una forma u otra. Se convierte en un medio real, persistente y cautivador, y a la postre insobornable y fiel: como un espejo. Se convierte, digámoslo así, en nuestro medio fatal, el que llevamos dentro como un espacio interior de contenido en el que nuestra conciencia aprehende y distribuye el enigma de la existencia en aquellas categorías en virtud de las cuales devenimos seres humanos. Una de esas categorías es la conciencia de la responsabilidad y la culpa de lo que por nosotros le sucede al mundo. Las numerosas dependencias y salas de la goldondra Aniara son, si así queremos verlas, espacios de categorías espirituales, cámaras actitudinales, círculos de experiencias o simplemente diversos modos de sentir, de pensar y de vivir. Pero todo se halla reunido intramuros de las mismas paredes y, simultáneamente, expuesto y arrojado al vacío, al interior y al exterior. Un denominador común es el deseo y el instinto de convertirlo todo en una representación teatral, de ser al mismo tiempo actor y espectador en un teatro delmundo que se expande paulatinamente hasta extremos inauditos. En un mundo tal se imponen exigencias terribles al arte y a la cultura. Como símbolo de todos los esfuerzos ampliados en ese camino se encuentra la mima, de construcción misteriosa; la gran captadora y restituidora de todo cuanto se va y pasa, de todo lo que sigue irradiando en torrentes pandireccionales hacia el vacío y el olvido. En la entropía, en el desfallecimiento de los valores, la mima reúne una y otra vez en el seno de su espejo todo aquello que se ha ido y no es ya más. Por esa razón representa la Memoria, la nostalgia incurable, la elegía del mundo, pero también la Historia, la culpa.
 
En virtud de su construcción misteriosa y refinada, la mima siente mucho más y con más intensidad que los hombres. De ahí que su fragilidad, su delicadeza y sus sentimientos de culpa se vean magnificados. Hasta que sucumbe «eclipsada ya su central celular», y se descompone. La mima muere.

Así podría seguir explicando el relato de Aniara, pero el riesgo de intelectualizar los motivos a posteriori es demasiado grande. Recorrer el mismo camino que nos llevó al poema es demasiado aventurado. La visión de los demás es ahí mejor que la del poeta que, por otra parte, solo ha prestado servicio como un médium, como un informador de su propio tiempo, como un mimarob.
 
Un par de alusiones al eclipse en Aniara:
 
No devuelve luz alguna, sino que aparece como un eclipse de varias estrellas que, tan solo un mes atrás se divisaban en la misma mancha que el sol negro se ve hoy perfectamente recortado como una moneda de carbón.
 
(...)
 
Al comenzar el año vigésimo cuarto, colapsó la inteligencia, pereció la imaginación. Destrozados por la perpetuidad enigmática de un cosmos galáctico sin fin, claudicaron los sueños y confesaron la nimiedad de su rango en el espacio Ghazilnut.
 
El eclipse se apoderó de muchas almas, con la realidad rota, deambulaban por las salas preguntándose mutuamente por el camino a casa, por aquello que, aunque lejano, conocían. Se agolpaban bajo la luz igual que las polillas en otoño allá en los valles de Doris.
 
Harry Martinson (Suecia, 1904-1978). Obtuvo el premio Nobel en 1974.

Las ilustraciones corresponden a un supuesto mapa astronómico con la ubicación de Aniara que aparece en una de tantas ediciones de la obra y a una portada de la misma.
 
(Traducido al español por Carmen Montes Cano).